lunes, 31 de enero de 2011

El pintor de batallas


Pocos escritores pueden presentar en sus textos un conocimiento tan profundo del horror real, carnal, como Arturo Pérez Reverte, un antiguo reportero de guerra, de vuelta de todo y desengañado con el mundo, tras haber presenciado de todas formas y colores cómo el mundo es un decorado absurdo en el que los hombres se acuchillan y destruyen entre sí mismos. El pintor de batallas, si no su mejor novela, sí es la más reflexiva y comprometida de todas. No es una novela autobiográfica, pero como es natural, el autor utiliza su experiencia para crear en forma de ficción una historia en la que, desnudando sus recuerdos, nos hace partícipes de trozos de su memoria de las primitivas guerras de África y el despiadado conflicto de los Balcanes. Recuerdos, por otra parte, que no son otra cosa que trozos de la misma esencia del mal.

      El pintor de batallas gira en torno a tres personajes: un viejo fotógrafo retirado y convertido en pintor improvisado, Andrés Faulques; la antigua amante del pintor, Olvido Ferrara, que se nos presenta como un personaje ausente a través de los dolorosos recuerdos de Faulques; y, una inocente víctima de las fotos de Faulques que aparece como punto dramático en la novela y regresa del pasado para ajustar viejas cuentas con el confiado artista, Ivo Markovic.

      Faulques es un personaje desencantado y asqueado, con cierto aire romántico, y con 30 años a sus espaldas cubriendo guerras como fotógrafo. Con ese equipaje sentimental, el protagonista, una vez cansado de la triste realidad, se retira a una torre cercana al mar para pintar en su interior un mural de tema intemporal: el horror de la guerra en todas las épocas, guerras que son siempre la misma. Al poco, Faulques se topa con Ivo Markovic, un hombre que conoció mucho tiempo atrás, cuando le hizo una foto mientras éste huía de una zona peligrosa, y que vuelve a por Faulques desde el brumoso pasado para matarlo. Sin embargo, el croata le hace saber que antes de matarlo debe hacerle comprender algo. Y ese algo es que las acciones más insignificantes pueden provocar consecuencias dramáticas.

«Y fue así como el asombrado pintor de batallas, muy atento a cuanto escuchaba, se afirmó en la certeza de la red oculta que atrapaba al mundo y sus acontecimientos, donde nada de cuanto ocurría era inocente y sin consecuencias»[1].

      Los dos hombres llegan a establecer una curiosa relación, mientras se van conociendo, una especie de amistad, y comparten reflexiones y secretos con el mural de la atalaya como escenario de fondo. Entre medias, el pintor recuerda la emotiva y romántica historia que hubo entre Olvido y él, segada sin más por una mina anti-persona. 

      La visión amarga y crítica del devenir del mundo que tiene Faulques y del sentido último —o del absurdo—del mal le lleva a creer que todo se rige por unas leyes frías y armoniosas, inflexibles, en las que hay una serie limitada de posibilidades reales entre las que moverse, como las que se pueden realizar en un tablero de ajedrez.

      Al final, El pintor de batallas es un verdadero fresco de la esencia del mal en el mundo de los hombres, una profunda reflexión sobre el horror de la guerra y la crueldad humana —con pasajes espeluznantes, que agolpan las lágrimas y causan consternación—, mezclado con una melancólica historia de amor y el mundo del arte, manifestaciones de la maldad humana y de su bondad. Por eso, mediante la cuidada técnica de Pérez Reverte, somos conducidos a un final en el que Faulques sabe que no es posible su absolución.


FICHA
Título: El pintor de batallas
Autor: Arturo Pérez Reverte
Editorial: Punto de Lectura
Otros:Madrid, 2007, 304 páginas
Precio: 8,95 €

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[1] Arturo Pérez Reverte: El pintor de batallas, Punto de Lectura, Madrid, 2007, p. 51.

2 comentarios:

  1. Un libro muy recomendable.

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  2. Cualquiera de Pérez Reverte es bueno. Es un genio.
    Por cierto, precioso el blog :).

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