lunes, 10 de octubre de 2011

Un día en la vida de Iván Denisovich de Aleksandr Solzhenitsyn

La figura de Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008) ha sido cobardemente denigrada por Occidente, a pesar de ser —más bien precisamente por ello— la voz del horror del comunismo staliniano, y sobre todo de los gulags o campos de trabajo soviéticos. Fue desterrado de su patria, y perseguido, únicamente por cuestiones políticas, porque denunció la degradación que sufría el hombre en uno de los Estados totalitarios más criminales de la historia. Además de esto, el talento literario de Solzhenitsyn creó obras como Pabellón de cáncer, El primer círculo, o la sobrecogedora Archipiélago Gulag. Premio Nobel en 1970, para introducirse en el escritor ruso puede servir su primera novela: Un día en la vida de Iván Denisovich (1962).

      Un día en la vida de Iván Denisovich es el relato de la vida de un preso, que da nombre al título del libro, en un campo de trabajo soviético. Lo que se conocería posteriormente, en el mundo entero, como gulags. En esta degradante situación se encuentra Iván Denisovich Shújov, obligado a vivir en la miseria en una colonia socialista. Nos encontramos en 1951 (dos antes de la muerte de Stalin), y lo que primero salta a la vista es la finalidad de Solzhenitsyn de abrirnos los ojos en cuanto a lo que supuso la monstruosidad comunista.

      La historia hay que leerla, y aquí lo que menos importancia tiene es resumir las diversas circunstancias que acontecen a Shújov y sus camaradas. Por eso, por encima de lo que no son más que anécdotas más o menos duras, late un discurso descarnado que conmueve al lector, descubriéndole hasta qué punto fue monstruoso el socialismo real y cómo aplastaba la dignidad de los seres humanos.

      Durante la novela de Solzhenitsyn vemos cómo las personas son tratadas como alimañas. El «Estado obrero y campesino» es el dios al que deben adorar, al que sirven. En aquellas condiciones infrahumanas se hace lo que el Partido ordena, hasta el extremo de imponer verdades científicas. Si el gobierno soviético, como vemos en el relato, decide que la luna está más alta que el sol, el pueblo debía creerlo con convicción. Lo contrario sería ser un desertor. La verdadera dimensión de una Administración asfixiante y totalitaria impide no sólo la dignidad de Shújov y sus compañeros, sino incluso un resquicio de piedad.

      Cuando se llega a deshumanizar a tu semejante, matarlo no es algo malo en sí mismo. Por eso podían decir tranquilos en el campo de concentración: «No matan a personas, sino a soplones». Antipatriotas, renegados de la causa del Partido. Y, por supuesto, el gobierno soviético tenía que machacar al que se desviara del camino marcado en su proyecto social.

      Así, saltamos de una humillación a otras leyendo las páginas de Un día en la vida de Iván Denisovich. Los pobres reclusos tienen que apañarse para repartirse la poca comida que pueden conseguir, les registran buscando alguna carta dirigida a familiares, que, por otra parte, no saben nada de ellos; deben soportar temperaturas extremas de frío con un solo par de zapatos —porque si alguien tiene más de un par existiría desigualdad social y los demás podrían sentirse desdichados—¸ tenían que esconder los libros que estuvieran leyendo en los huecos de la pared…

      Y después de conocer lo que significa un día en la vida de Shújov, se nos muda el rostro cuando caemos en la cuenta de que su condena asciende ya a más de 3.653 días como aquél. Finalmente, parte el alma que un hombre tenga que sentirse satisfecho —como confiesa el propio Shújov al final del libro—, arrastrado a unas condiciones monstruosas, con pequeños consuelos, ridículos en nuestras cómodas situaciones. Pero que cuánto bien podían ofrecer a aquellos pobres torturados por la ideología más dañina que ha sufrido la humanidad.


FICHA

Título: Un día en la vida de Iván Denisovich

Autor: Aleksandr Solzhenitsyn

Editorial: Tusquets Ediciones

Otros: Barcelona, 2008, 220 páginas

Precio: 16 €

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