viernes, 16 de noviembre de 2012

Sobre hombres y damas de Arturo Pérez-Reverte


De Arturo Pérez-Reverte me atraparon hace muchos años sus artículos en prensa, esos escritos en los que ha ido dando vida a una voz singular que gasta mala leche a espuertas pero que dice verdades como puños; y las dice con torrencial energía y un dominio del lenguaje poco común. Al margen de su estilo, en el fondo te ganan su sarcasmo, esa visión escéptica y lúcida del ser humano, y, en relación con esto, esa desagarrada y nostálgica queja hacia la condición humana en sus formas más viles. Sobre hombres y damas es una breve obra formada por una selección de 13 escritos periodísticos que aparecieron ya en otras publicaciones del autor. Esta curiosa edición, que debo a un íntimo amigo, ahonda en esos rasgos singulares de la narrativa de Reverte, pero todos ellos tienen en común algo que los une especialmente: hablan de quiénes somos, nos muestran cómo somos, y en muchos casos, cómo hemos seguido siendo los mismos en tiempos que, de la noche a la mañana, ya no reconocemos.


            El señor Pérez-Reverte lleva publicados ha día de hoy cinco libros sobre escritos periodísticos. Desde Patente de Corso (1998) hasta Los barcos se pierden en tierra (2011) se han sucedido Con ánimo de ofender (2001), No me cogeréis vivo (2005) y Cuando éramos honrados mercenarios (2009). Sus novelas son un universo aparte, aunque muy cercano en las formas y en el fondo, de las que pueden recomendarse, con los ojos cerrados, todas ellas. En La Cueva las iremos viendo una a una. El puente de los asesinos (séptima entrega de Las aventuras del Capitán Alatriste), por ejemplo, me pareció soberbia; y también se pueden destacar El Club Dumas o La Reina del Sur. Pero cada novela se tratará en su momento. Por ahora bastará con indicar brevemente de qué tratan cada uno de los relatos que forman Sobre hombres y damas. Al lector le corresponde disfrutar directamente con los escritos:

  • Paco el Piloto (Patente de Corso)


Sobre los hombres de otro tiempo, los hombres de verdad, hombres hechos a la dureza de la vida y a un oficio duro: “gente con manos ásperas y ojos quemados por el salitre, honrados y duros. (…) De un modo otro, a Paco el Piloto le debo esta página. A su lado, hace ya casi treinta años, aprendí cantidad de cosas sobre los hombres, sobre el mar y sobre la vida”. (…) Paco el Piloto, “ni sabe quién fue Joseph Conrad ni maldito lo que le importa”. Porque este artículo, además de ser un homenaje a los hombres que se han ganado la vida sin necesitad de lecturas, es un guiño a los marineros.

  • Antes nos moríamos mejor (Patente de Corso)


Sobre la diferente forma de relacionarnos con la muerte. Arturo Pérez-Reverte construye un divertido y lúcido escrito, cargado de ironía. “Antes nos moríamos de otra manera. Salvo accidentes, guerras e imprevistos, los españoles decían adiós muy buenas en el dormitorio de su propia casa y, según las esquelas del ABC, tras larga y dolorosa enfermedad. Eran los nuestros unos óbitos dignos de meridionales, con la familia alrededor, los hijos diciendo papá no te vayas y las vecinas rezando el rosario en la cocina…” (…) Además, era instructivo para los niños. Ahora los quitan de en medio en el acto, no sea que vayan a traumatizarse con el espectáculo, y así salen después los nenes…” (…) Todo aquello tenía algo de solemne, de lección de vida y de aprendizaje. (…) Ahora, sin embargo, te ponen un biombo mientras te amortajan con una sábana del hospital y te sacan discretamente, a escondidas, como si palmarla fuera algo vergonzoso, y te llevan  a toda prisa al tanatorio donde hay ocho o diez funerales a la vez, y la gente llega y pregunta éste es el entierro número diez, y le contestan no, éste es el número ocho, el diez es la puerta quinte, allí donde llora esa señora”.

  • Habitación 306 (Patente de Corso)


Sobre las diferentes costumbres de los pueblos, o las manías de cada personas. Pérez.Reverte relata aquí una anécdota en un hotel. A las siete de la mañana le despierta el sonido de un instrumento de viento, y ni él ni los responsables del hotel consiguen hacer que pare el soniquete. “Les juro que si llega a ser un fulano, subo con un martillo y salimos los dos en los periódicos. Pero no puede uno partirse la cara con una profesora de la filarmónica de Hamburgo que toca el fagot en ayunas, mientras se alivia. Así que volvía a marcar el teléfono de la 406 y le dije, desesperado, lo único que sé decir en alemán: ‘Wagner, kaputt. Tú, nazi’.  Aquello la cabreó mucho y después de llamarme algo así como hurensonne –hijoputa, creo- colgó, muy indignada, y volvió a soplar más fuerte. Dando el sueño por perdido, por lo menos te voy a reventar el ensayo, me dije”.

  • El último ojal (Con ánimo de ofender)


Este escrito es delicioso pero a mi modo de ver desbarra al final. Es admirable la observación que Pérez-Reverte hace de dos ancianos cogidos del brazo, pero ese detalle humano que desarrolla con ternura, provoca una reflexión en el autor que cierra en las últimas líneas con un final cruel y torpe. Para mí, el gesto que advierte el autor no conduce de manera natural a ese final. Me quedo con lo que espolea la pluma de Pérez-Reverte: “toda la vida juntos, cincuenta años viéndose en el careto cada día, y los hijos, y los nietos, y cállate y lo que yo te diga, y el fútbol, y aquella época en que él volvía tarde a casa, y el mal genio, y el verlo tanto en sus momentos de hombre que se viste por los pies como en los momentos de miseria; y en vez de despreciarlo de tanto asomársele dentro, de no aguantarlo por gruñón o por egoísta, ella aún tiene la ternura suficiente para ponerle bien el pelo después de abrocharle ese último botón en el ojal.”

  • Desayuno con coñac (Con ánimo de ofender)


Sobre esa clase de hombre que Pérez-Reverte respeta. Y sobre la soledad insondable que rezuman: “Hay fulanos que me gustan sin remedio, y aquél era uno de ellos. (…) En otro momento habría intentado invitarlo a otra copa, para darle conversación y tirarle de la lengua; pero uno tiene mili en esas cosas, y aquéllas no eran horas. (…) Luego pagó sin preguntar qué se debía y ni decir nada, y lo vi irse despacio en dirección a los muelles. (…) Entorné los ojos y durante un rato aún pude ver moverse por allí su silueta, en el contraluz de los reflejos caminando hacia ninguna parte”.

  • Canción de Navidad (Con ánimo de ofender)


Exacto retrato de la corrupción política y cómo ésta, la política, extendiendo sus tentáculos, ha sustituido la forma honrada de ganarse la vida por alternativas deshonestas y ruines. Y para ello Pérez-Reverte utiliza la conocida fábula de la hormiga y la cigarra, con un final diferente, y esta vez sí, magnífico: “Y entonces, estando la hormiga en bata y zapatillas, con la tele puesta viendo Tómbola, suena el timbre de la puerta. Y la hormiga se levante despacio, recreándose en la suerte, ahí está esa guarra, piensa. Tiesa de hambre y de frío. A ver si le quedan ganas de cantar ahora. El caso es que abre la puerta, y cuál no será su sorpresa cuando se encuentra en el umbral a la cigarra vestida con un abrigo de visón que te cagas, y con un Rolls Royce esperándola en la calle”. Es decir, señores, trabajen y jódanse que las astutas “cigarras” ya venderán a su madre si hace falta para saltarse los rigores de la vida.

  • Vivan los reyes (Magos) (Con ánimo de ofender)


Te hace reír y sentir nostalgia. Es un relato precioso. No es un cuento tradicional de Navidad, es una vuelta a éste, es una mirada desde la soledad de aquellos que no pueden disfrutarla. Y también es la añoranza de esa infancia perdida a la que pertenecimos y que nos parecía un mundo feliz y sin peligros. Las siguientes palabras, enmudecen el corazón: “Después, con el tiempo, aprendí a interpretar otros signos que acompañaban aquello y que entonces era incapaz de comprender: la mirada del niño que observaba el escaparate a mi lado, y que luego, cuando el día de reyes yo salía a jugar con mi flamante espada del Cisne Negreo, me miraba con fijeza, las manos vacías en los bolsillos del pantalón corto. La angustia de la pobre mujer que salía de la tienda contando el dinero, insuficiente para la muñeca que alguna niña esperaba. El hombre de abrigo raído, parado frente al escaparate de sueños y luces, que luego se iba cabizbajo, a casa, donde a escondidas de sus cuatro o cinco hijos fabricaba con madera, pintura y sus propias manos, el humilde juguete que su pobre sueldo no le permitía comprar… Todos aquellos seres y miradas me producen hoy remordimientos retrospectivos, porque ahora sé lo que encerraban. Pero yo entonces era un niño ignorante. Un puñetero niño con suerte”. Lean esta pieza, porque es magistral.

  • Sobre hombres y damas (Con ánimo de ofender)


Sobre los hombres de verdad vistos por una mujer de verdad. El inicio del escrito señala el camino: “Llevo desde la semana pasada dándole vueltas a la cabeza con el asunto de los hombres como dios manda; de los tíos que, como decía mi tía abuela, se visten por los pies. El caso, no sé si recuerdan, era que el Comité de Erizas en Pie de Guerra se lamentaba, y con razón, de que salgo Harrison Ford ya no quedan en el cine tíos de verdad, y que a las niñas yogurcitos frescos, y a las otras que ya no los son tanto, les hace el asunto agua de limón la presencia de fulanos insustanciales, duritos de pastel que andan en la pantalla marcando paquete, pero que en cuanto miras o te acercas, se convierten en cagarrutillas de diseño. Y en la calle y en la vida real ocurre tres cuartos de lo mismo.”

  • La chica de Rodeo Drive (Con ánimo de ofender)


Retrato despiadado y agudo sobre los sacrificios para alcanzar la efímera fama. Reverte se vale de Elena Trujillo, “gringo-mejicana”, una chica que empeña su esfuerzo en operaciones de cirugía estética mientras trabaja como camarera en un bar: “y pienso en su enternecedora nariz operada, y en el modo en que habla y sonríe y camina, y en cómo debe de cruzar los dedos por dentro cada vez, cada día, diciéndose que sí, que quizás ese escritor español que habla inglés como los indios de John Ford y charla con los gringos rubios, o el actor sentado al fondo, o el agente cazatalentos que mira alrededor olfateando rostros y nombres, se fijen hoy en ella y le den, por fin, ese empujoncito que la llevará a la pantalla y a los sueños y a la fama y a la gloria. Y pienso en ella y en todas las chicas que he visto otras veces, apostadas en la esquina de la vida esperando el golpe de suerte; seguras de que en ellas se cumplirá la ambición donde otras fracasaron, y un día serán cartelera junto a Huhg Grant; y de todas las humillaciones, de todas las desilusiones, no quedará sino un mal recuerdo que habrá valido la pena, como el costo de esa nariz operada que tal vez allane por fin el camino”.

  • Fuego de invierno (Con ánimo de ofender)


Sobre los buenos tiempos. Cuando los hombres se reunían en comunidad y hablaban sobre sus vidas. “Y a veces, de pronto, en mitad de toda esta narcotizante parafernalia de la electrónica y el confort, basta un día de frío, un fuego casual que aviva la memoria genética de otros tiempos y otra forma de vida, para que los hombres vuelvan a sentirse humanos, solidarios. Para que se acerquen unos a otros, observen alrededor con curiosidad y de nuevo se miren a la cara. Para que evoquen juntos y descubran que esos fulanos que pasan sin apenas saludarse tienen una larga y azarosa historia en común, que los une mucho más que todas las cosas que los separan”.

  • Caín y Abel (Con ánimo de ofender)


Como la fábula de la hormiga y la cigarra, este texto ilustra la inversión de valores en la que vivimos, donde solo “progresan” los listos, los corruptos, y la corrupción moral se extiende y multiplica. Muy fino Pérez-Reverte.

  • El coche de Fulano (Con ánimo de ofender)


Sobre un pecado genuinamente español. La envidia. La envidia del español, pariente de Caín Judas. Hay que leerlo. La sonrisa se irá ensanchando hasta el final del relato. Y como dice Reverte, este escrito “nos retrata al minuto. Nos define, creo, mejor que todos los libros y los periódicos que uno pueda echarse a la cara”.

  • La risa de las ratas (Con ánimo de ofender)


Sobre dimensión oscura de la condición humana: “Cada cual tiene sus ideas sobre la gente. En lo que a mí se refiere, con los años he llegado a la conclusión de que lo peor del hombre no es su crueldad, su violencia, su ambición o los otros impulsos que lo mueven. Siendo todo eso tan malo como es, cuando miras de cerca y le das vueltas y te mojas donde te tienes que mojar, siempre terminas encontrando motivos, cadenas de causas y efectos que, sin justificar en absoluto tal o cual hecho, a veces al menos lo explican, que ya es algo. Pero hay una infamia a la que no consigo encontrarle el mecanismo, y tal vez por eso me parece la peor de todas; la más injustificable expresión de la mucha vileza que alberga el ser humano. Hablo de la falta de caridad”.

      Y aquí el señor Reverte, tan dado a mentar a Dios en vano, podría preguntarse –pues tiene un don para ello- de dónde procede esa virtud que reclama en el ser humano para que éste sea, lo diré sin reservas, realmente digno. Me ha encantado Sobre hombres y damas. Brillante esta selección de artículos de Pérez-Reverte, sobre todo por los sentimientos y las reflexiones que provocan.

FICHA
Título: Sobre hombres y damas
Autor: Arturo Pérez-Reverte
Editorial: H. Kliczkowski
Otros: Madrid, 2006, 64 páginas 
Precio: 2 €



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