jueves, 13 de junio de 2013

Reflexiones en torno a la pintura: José Gutiérrez Solana, la estética de lo sórdido

José Gutiérrez Solana, desconocido porque no es uno de los grandes nombres del arte español, puede tenerse por el pintor de la Leyenda Negra, visión dramática y pesimista de la Historia de España surgida a finales del siglo XIX. Esta perspectiva nada tiene que ver con mi concepción de la historia patria, pero encuentro a Solana fascinante, a pesar —y esto es llamativo— de que su arte muestra una estética sórdida, opaca y exótica. Es el atractivo del mal que anida en nosotros, pues sin él no se entendería que pudieran fascinarnos tanto pinturas cuyo reflejo no es otra cosa que la fealdad de la vida. 


   
Los autómatas
  José Gutiérrez Solana (Madrid, 1886-1945) fue un claro seguidor del maestro del romanticismo español, Francisco de Goya y Lucientes. Sin llegar, claro está, a la perfección técnica de éste, Solana creó obras más oscuras que las del aragonés (prueba del influjo en otros artistas, no sólo en el público, de la Pinturas Negras de Goya), y menos coloristas que en las primeras etapas del maestro. A pesar de que el fondo común de la obra de Solana es la España Negra, hasta el punto de que Pío Baroja, con una ironía feroz calificó la obra de Solana como «cosas de mucha alegría», la variedad temática es grande: arrabales, coristas y cupletistas, verbenas populares, rastros, corridas de toros, crucifixiones, procesiones, retratos, carnavales, prostíbulos, tertulias, osarios, ejecuciones, suplicios chinos, tabernas, escaparates, comedores de pobres... De semejante repertorio, he extraído varios grupos representativos de la obra del autor. Sólo con estos se explica bastante bien a este fascinante y oscuro pintor. 



Tradiciones religiosas - España Negra 

     
Procesión en Toledo
Completamente malintencionada, la Leyenda Negra es una visión negativa de la Historia de España asumida pero procedente del extranjero. Sin embargo, a pesar de ser una fábula en torno a una serie de mitos históricos, y que por tanto no se ajustaba a la realidad que trataba sino que era propaganda enemiga, esta visión pesimista cala en algunos sectores del pensamiento español. Quizá Solana sólo aprovechó el halo exótico que la leyenda arrojaba sobre la historia española y le importaba poco su veracidad. Sea como fuere, esta visión dramática desfigura y deforma la realidad, la exagera hasta hacerla irreconocible; y esto, que es una impostura intelectual, sirve de base, precisamente por su carácter sórdido y exótico, para crear una pintura singular, inquietante y primitiva que seduce y aturde al espectador. Solana, a partir de Goya y de la Leyenda Negra, crea un universo propio donde lo característico es fascinar a través de lo feo, de lo grotesco, de lo sombrío, de lo paupérrimo.



     
La procesión
Los mejores ejemplos de esta «visión negra» de Solana son sus pinturas sobre las tradiciones españolas. Y las más expresivas de todas ellas son las religiosas. En pinturas como La Procesión, Procesión con dos pasosProcesión en Toledo, Semana Santa en Cuenca, El beso de Judas o El Cristo de la Sangre se muestra, con toda su crudeza, la «visión negra» de un artista provocador que pinta, exagerando, algo que echa raíces profundas en la cultura española. La fe de un colectivo arrastrada de siglos. Un pueblo creyente, que no por analfabeto es tonto, y que es objeto de burla de librepensadores e intelectuales más o menos sobrados cocidos al calor del Siglo de las Luces. 


     
Semana Santa en Cuenca
En todas estas pinturas acerca de la tradición religiosa de España se ve la visión sórdida de estos actos incomprendidos. Se ve en los cuadros la oscuridad de la escena, y rostros graves sin pizca de gracia. Se equipara religión católica y fanatismo, acentuado con la inserción en las pinturas de los encapuchados, figuras que despiertan extrañas emociones en los espectadores y que están grabadas en el inconsciente colectivo. Los rostros de los personajes que aparecen en los cuadros de Solana son todos graves, algunos incluso grotescos. 





El beso de Judas
Llama la atención por ejemplo la utilización de las velas alargadas en forma de bastones (velones), que, junto a las miradas solemnes de los figurantes, produce una sensación atávica y magnética. Esto es elocuente en cuadros como El beso de judas y Procesión con dos pasos. De entre todas las pinturas de Solana, son las religiosas las que desprenden esa impronta exótica de nuestra cultura que tanto llamará la atención al extranjero. 


Paisaje, costumbres y gentes 

      He agrupado un conjunto de pinturas con el título de «Paisaje, costumbres y gentes» para unir escenas de época que me parecen significativas. Al no querer abarrotar de imágenes sin comentario esta reflexión en torno a la pintura de José Gutiérrez Solana, he renunciado a enseñar pinturas que tratan asuntos sociales (desechados, comedores de pobres...), sus cuadros relacionados con las máscaras y el circo, los retratos de personajes según su profesión, o sus pinturas más propiamente goyescas. En este cajón sin embargo hay una muestra representativa del universo costumbrista del pintor madrileño. 

Iglesia de aldea

Entre los paisajes y las gentes recreadas por Solana me gustan especialmente las obras Iglesia de aldea, Los autómatas y La vuelta de la pesca. Hay también situaciones de época como en La vuelta del indiano, o escenarios típicos de Madrid como El rastro



Este último cuadro por ejemplo es magnífico para ilustrar la sordidez de las pinturas de Solana. Pero todas ellas, sin excepción, se revelan negras, mostrando un mundo atrasado, miserable, anclado en el pasado y apartado del progreso de la razón, la ciencia y la técnica. Un mundo de supersticiones. Un mundo impropio a los ojos
El rastro
del siglo XX, que es en el que pinta Solana


En La vuelta de la pesca, o en cualquiera de ellos, se respira un ambiente pesimista, opuesto a todo lo moderno; pero también se atisba la caricatura, el exceso, la deformación de la sociedad en aras de una pretendida «educación» contemporánea que ahuyentara las viejas y rancias creencias, la incultura y la superstición, sustituyéndolas —esto nadie lo decía— por un dogma estatal, por religiones laicas, por dos guerras mundiales ateas y materialistas. 

Como sea, en los lienzos de Solana prevalecen tonos tierras y ocres oscurecidos. Vamos, si Solana fuera la cara, Sorolla sería la cruz. Y estas dos formas de expresarse (luminosa y oscurantista) se pueden rastrear no sólo en la pintura española, también en su literatura. Lo que es, si se siguen con gusto, una aventura apasionante. 


La vuelta de la pesca
A partir de aquí ya se puede contemplar la obra de José Gutiérrez Solana sin necesidad de guía, pues se han dado en este comentario algunas claves para disfrutarlo y entenderlo. Abajo, tres agrupaciones más he creído necesarias para ofrecer un abanico completo de su pintura. Los toros, fiesta tradicional española que es, como ha quedado dicho, tratada desde una visión negra; bodegones, y lo que he llamado «Visiones apocalípticas», algunos de los cuadros más sorprendentes de este particular pintor español, dueño de un universo propio, raro, exótico, sórdido. 


Los toros, fiesta tradicional española 

La plaza de las ventas

Corrida de toros en Sepúlveda

Lechuga y su cuadrilla

El desolladero


Bodegones 

Bodegón del naufragio

Bodegón de la lombarda...


Visiones apocalípticas

La guerra

El osario

El fin del mundo




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