sábado, 29 de junio de 2013

Sukkwan Island de David Vann

No comparto el entusiasmo de la crítica con esta novela. Pero no lo comparto en gran medida. Lo siento si alguien ha leído el libro y le ha gustado mucho, pero para mí no tiene gran valor una obra cuyo único «mérito» es ser impío y brutal. No diría que destaca por nada más. Su calidad literaria, a mi juicio, es bastante corriente. Por tanto, no diré lo contrario buscando el aplauso de todos aquellos que hablan maravillas de Sukkwan Island, pues me ha resultado incluso desagradable. Lo siento de verdad. Ya me hubiera gustado poder contar otra cosa, porque también yo me he llevado una desilusión. Pues había depositado no pocas esperanzas en la ópera prima de David Vann. Aunque siempre puedo dulcificar mi posición si doy por hecho que lo que pretendía el autor con esta historia es sacudir las conciencias y decirnos que lo que ha escrito es un reflejo —y nada más que eso— de la pesadilla nihilista en la que estamos metidos hasta las cejas.

      Antes de explicar por qué me parecen exagerados los elogios que ha recibido este libro  quiero llamar la atención sobre el peligro que supone dejarse llevar por las campañas de marketing de las editoriales. La literatura se está prostituyendo porque sólo tienen escaparate aquellas novelas con mecenas editorial, con intereses respetables pero muy definidos para escoger ciertas obras, aunque su calidad literaria sea muy discutible. Últimamente están sobresaliendo obras de este tipo, con contenidos duros y de carácter existencial donde además no hay espacio para la esperanza ni incluso la piedad. Oscar Wilde dijo que ficción es cuando los malos acaban mal y los buenos terminan felices. Comprendo que la realidad es más complicada que una sencilla división entre buenos y malos, pero cualquiera es capaz de identificar acciones buenas y malas o causas justas e injustas. Hoy se están trucando estas convenciones. Más allá de esto, las editoriales se atreven a indicar al lector qué libros son imprescindibles porque en el circuito de críticos se ha subido a un pedestal determinada obra. Y si no, con gastar una pasta en promoción se cubren los gastos rápidamente, que al parecer en esto de la literatura moderna es lo único que cuenta... Pero entremos de lleno ya en el libro que nos ocupa en este momento.

      Sukkwan Island cuenta la historia de un padre y un hijo, con una clara influencia de la magistral obra de Cormac McCarthy La Carretera. Jim, el padre, es un dentista que ha vendido todo para irse a una cabaña situada en una isla del sur de Alaska (Sukkwan Island) a la que solamente puede accederse en hidroavión o barco. Su hijo Roy, de 13 años, lo acompaña porque teme que su padre pueda suicidarse si va allí él solo. Por lo visto David Vann está tratando de conjurar sus demonios con esta historia de gran carga biográfica. Dicho esto, lo que sabemos del padre, que en mi opinión es la figura central, es que ha fracasado en dos matrimonios porque no ha sido capaz de ser fiel a sus exmujeres y que solicita frecuentemente los servicios de prostitutas. Su personalidad, a poco que pasemos algunas páginas, se muestra enfermiza y extraña. Asoman incluso tendencias suicidas. Y como es lógico, el chico, sin un referente adulto en el que mirarse, crece con problemas en un mundo que no se explica. El interior del padre está destrozado, incluso parece dos personas distintas en ese retiro extraño que no se sabe por qué ha buscado, y Roy, que quizá esperaba estrechar lazos con su padre, empieza a contagiarse de la angustia vital de su progenitor y a buscar el modo de huir de allí sin a la vez dejar en la estacada a su padre. De esta manera, la situación de padre e hijo en ese ambiente hostil, donde la condiciones de supervivencia se complican y se intensifican los conflictos emocionales, avanza hasta llevar al límite a cada uno de ellos. 

      Naturalmente, cada uno responderá a su manera a la situación asfixiante que se produce. Sin embargo, todo parece demasiado raro en este libro. El comportamiento del padre es incomprensible e inexplicable, y la reacción de Roy (p. 130) parece demasiado forzada. O quizá Vann no haya sido capaz de transmitirnos mejor la desazón del chico a la hora de tomar su importante decisión. De hecho, hasta el último tercio de la novela apenas pasa nada. Sea como fuere, más allá de la relación paterno-filial creo que se puede sacar poco jugo a Sukkwan Island. Salvo que David Vann tuviera la intención de, como decía más arriba, mostrar la perfecta coherencia de un mundo nihilista y nos quiera invitar a reflexionar acerca de hacia dónde nos conduce éste; de lo contrario, no entiendo para qué vale un relato de ficción tan pesimista, áspero y brutal. 

      Digo esto porque, al margen de algunas críticas muy bien atinadas (y entonces hablamos de gente de cierto nivel), la mayoría de lectores de esta obra que estén encantados con ella lo estarán —únicamente— por el genial giro dramático que introduce David Vann en el último tercio de la historia, y que es el detonador de toda la novela. Lo que ocurre es que si el criterio por el que medimos el valor de una obra es por la capacidad del autor para ofrecernos un giro más o menos sorprendente, y detrás sólo hay una historia impía y salvaje, hemos perdido el norte. 

      Es como si estuviéramos demandando a las obras que leemos cada vez más dosis de horror, un peldaño más tremebundo si cabe, un grado más de angustia, otro paso en el enloquecimiento de los personajes, pero sin más fin que el mero hecho de superarse en lo grotesco, en lo morboso, en lo salvaje, en lo inhumano... 



FICHA
Título: Sukkwan Island
Autor: David Vann
Editorial: Ediciones Alfabia
Otros: 2010, 210 páginas 

3 comentarios:

  1. No me interesa contradecirte, porque entiendo que es mas una posicion frente a la vida, frente al mundo actual el por que de la negativa ante el libro. Sin embargo me gustaría comentarte un poco el porque yo disfruté de esta obra de Vann.
    Como no creo en la función ética de la literatura, -porque no creo que escribir buscando una enseñanza pueda llegar a enseñar más que cuando se lee de la verdad ficcionada y se siente y se viven otras perspectivas y otros mundos a traves de los ojos de los personjes-, creo firmemente en la función estética de la literatura, sin entender estética como lo bonito, lo bueno, lo agradable, sino como aquello que despierta en nosotros el espiritu, o mas bien que lo mueve y lo sacude a traves de la palabra, aquello que es capaz de "con-MOVERNOS", sacudirnos, en una sociedad en la que ya poco sorprende.

    El valor del libro de Vann no radica, para mi, en la sorpresa que logra el autor, no radica en el argumento, -aunque francamente esta muy bien logrado el giro, el juego frente al lector que va sacando conclusiones y que no imagina el giro abrubto de la historia-, radica mas bien en la capacidad del autor para llevarnos por el paisaje frio y ártico sin abusar de la descripción ni de las palabras, la capacidad de hacernos sentir la angustia, el agobio, el sofoco, lo salvaje y lograr despertarnos el cuestionamiento, la pregunta, las preguntas...
    ¿que error conlleva a la insatisfaccion en la vida, es un error social, o es un error individual?. Sin llegar a saber de Jim mas que lo patológico de sus conductas, de lo pusilanime de su actuar, ¿por que el mundo no le bastaba? Por que el mundo no siempre basta... Ni el dinero, ni las mujeres, ni el trabajo llegan a satisfacer la pregunta del por que o para que de la existencia. Y eso es una verdad, la individualidad del ser no siempre se basta con lo que la sociedad le dice que debe bastar.

    A mi me generó muchas preguntas, me hizo sentir la insatisfaccion, me hizo sentir la angustia frente a esa insatisfaccion, la angustia frente a lo irreparable que es el deseo de morir, el deseo de otro de morir; me hizo vivir el desasosiego y finalmente logró dejarme con el sin sabor en la boca que deja un suicidio que nadie entiende, y la verdad es que no se entiende casi nunca, ni el la realidad ni en la ficcion.


    El desasosiego, la agunstia, la desesperacion, lo salvaje, la insatisfaccion no hacen parte de lo inhumano, por el contrario es lo mas humano que hay, por que responden a la pregunta por el ser, por el existir, que no siempre se resuelve, que no siempre se entiende.

    Entonces resumiendo, la genialidad no es contarnos una historia que nos guste o no, sino poder hacer que la vivamos en el libro, que vivamos el libro, incluso con las preguntas que no se responden, incluso con las desiciones que no entendemos o los personajes que no son el hombre que está conforme en el mundo.

    Ademas apelo tambien a lo ambicioso que es el giro que hace, a lo ambicioso de tratar de sorpender a un lector que vive en la indiferencia, que está acostumbrado además a la novela predecible y poco ambiciosa que tiene miedo ante el giro, la sorpesa, lo no seguro, que es matar al protagonista y dejar al lector preguntandose el por que.

    Apelar a lo humano en su complejidad puede despertarte mas que contarte lo que ya sabes, lo bello, lo "comun", lo agradable.

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    1. Tu comentario me parece bastante atinado.

      Sin embargo, no he entendido la diferencia entre lo que entiendes por literatura ética y estética. Si la segunda, como dices, es aquella ficción capaz de conmover, de sacudir el espíritu, esto conlleva que el lector reflexione a partir de una historia verosímil y con la que se identifica. Si esto es así, no hay diferencia entre una y otra, pues ambas enseñan algo al lector, aunque una inserte su moraleja de forma más solapada -o menos explícita- que la otra.

      En relación al contenido del libro, a su carácter existencialista, dije lo siguiente: aunque siempre puedo dulcificar mi posición si doy por hecho que lo que pretendía el autor con esta historia es sacudir las conciencias y decirnos que lo que ha escrito es un reflejo —y nada más que eso— de la pesadilla nihilista en la que estamos metidos hasta las cejas.

      Eso es precisamente lo que Vann muestra en esta historia, la desorientación íntima que siente el ser humano en este mundo. Como tú dices, la insatisfacción, la angustia de la que está enfermo el hombre actual.

      Y aquí, es cierto, el libro es donde más brilla.

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  2. La diferencia entre literatura ética y estética es esa, a la que tu haces referencia; a la ética se le exige una posición moral o adecuada, a la estética no; a la estética se le exige la genialidad de su construcción literaria y está en el lector el valor moral que quiera darle, o no.

    Como te digo no creo que el libro sacuda por el tema, sino por como las palabras nos hacen vivir el relato. Y si uno es capaz de vivirlo, porque el autor sabe adentrarlo en esa construcción ficticia, la verosimilitud y la omnipotencia del autor, pasan a un segundo plano. Ya no es necesario que el autor responda todas las preguntas, que se adentre en el inconsciente de sus personajes y nos explique el por que de sus desiciones. Lo vivimos, incluso con las preguntas en el aire.

    Pedirle a la literatura una censura o limitación en sus temas con base en un fin moral es hacer la literatura ética. Y limita. Dejar que la literatura hablé y su movimiento, su ritmo su brillantez sacudan o no el espíritu, es hacerla estetica. Lo que sacude no es la reflexión frente al argumento, sino el vivir la acción que es contada.

    El sacudir el espíritu no parte de hacer pensar si es moralmente correcto o no, sino de vivir otro mundo y sentir ese agobio, insatisfaccion, etc; no parte de la reflexion de un lector moralmente superior que conoce el interior de los personajes., sino de el lector que gracias a la genialidad ha dejado su realidad y se ha diluido en otra que le presentan.

    Creo pues, que la diferencia no radica en que "enseñe o no", sino en lo que se le exige, pues al exigirsele (una posición moral), se la limita (a la literatura) y como vemos aunque no pretenda enseñar la bellea o bondad o lo agradable nos puede remitir a ello. Así, la literatura ética sería limada en temas, descripciones, etc, mientras que la estética no, y al no serlo tendría la libertad y no por esotendría menos humanidad, bellea, bondad, moral, etc...

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