domingo, 19 de octubre de 2014

Open: Memorias de Andre Agassi

Andre Agassi es un personaje muy querido por todas las personas que amamos el tenis, y también por muchas otras. Llegó a lo más alto de la clasificación mundial en varias ocasiones; su último asalto a la cima, de hecho, le hizo cosechar un nuevo récord, al ser el tenista más veterano en llegar ahí arriba, a la edad de 33 años. Siempre fue una de las grandes figuras del circuito. Agassi poseía, además, una personalidad arrolladora y simpática que seducía a todo el mundo. No podía imaginar, sin embargo, que su vida diera para tanto. Tampoco que a partir de ella pudiera escribirse un libro tan emocionante. En fin, Open es como ha titulado sus memorias Andre Agassi, que han sido escritas por J. R. Moehringer, todo un premio Pulitzer. Y ahora, ¿qué es lo que puedo decir de esta obra que me ha hecho querer al jugador como si fuera algo propio? Sólo cosas maravillosas. Pues no se trata de uno de los mejores libros que he leído en mucho tiempo, sino de uno de los mejores libros que he leído en mi vida.

Con Open de alguna manera he recuperado la fe en la literatura, y sólo en parte en el ser humano. Soy amante del tenis desde chico, y he sostenido tantas veces una raqueta como libros han caído en mis manos. Y quizá de esa fusión de libros y deporte procede mi entusiasmo, aunque ya he dicho que esta biografía merece por sí sola la atención de cualquier amante de la literatura y de las buenas historias. Por si fuera poco, el libro está maravillosamente escrito (mejor dicho, narrado), haciendo de la vida y obra de Agassi una lectura absorbente, sorprendente y apasionante. Este libro es, en definitiva, una biografía hecha obra de arte.


Las memorias de este tremendo deportista revelan sin embargo una vida atormentada, llena de sinsabores, de sacrificio, de frustraciones y fracasos. También los mejores deben convivir con las derrotas, la decepción, el escarnio público, la humillación, y el precio de la fama. En Open, además, puede leerse entre líneas un reproche amargo hacia la actitud de la prensa, la crueldad de sus juicios mediáticos, su falta de compasión, su frivolidad, su carencia de empatía... Y es que la vida de Agassi, como cualquiera puede imaginar, no ha sido otra cosa que una exhibición constante de sus habilidades ante el escrutinio público: "Siempre he sido tímido, pero la avalancha reciente de críticas en los medios de comunicación me ha llevado al borde de la paranoia" (p. 155-156). Nada menos. Lo cierto es que el espectador espera que el deportista haga siempre las cosas perfectas, como si fuese una máquina, sin atender a los problemas personales o los diversos avatares por los que pueda estar pasando una persona que simplemente tiene un mal día. Y es que a veces nos comportamos de forma impropia.


La naturaleza del tenis desde luego no ayuda a los más frágiles. Aunque bien es verdad que lo que no te mata te hace más fuerte. Y no por ello deja de ser el tenis uno de los deportes más duros y exigentes que existen. Agassi, en sus memorias, compara a menudo el tenis con el boxeo (observación que comparto): "Todo tenista, tarde o temprano, se compara con un boxeador, porque el tenis es un pugilismo sin contacto. Es violento, es mano a mano, y el resultado es tan simple como el de cualquier cuadrilátero: o matas o te matan. O das una paliza o te la dan a ti. La diferencia es que, en el tenis, los golpes se marcan por debajo de la piel" (p. 265-266). Él lo sabe mejor que nadie, o al menos tan bien como otros grandes tenistas; sin ir más lejos su propia mujer, Steffi Graf, que también sufrió los rigores de un padre que la encerró en una pista de tenis siendo niña sin preguntarle si eso era lo que ella habría querido ser en la vida: una estrella del deporte.

A pesar de todo, lo más llamativo de esta gran figura es su personalidad atormentada y la sensación que transmite de haber estado viviendo una vida vacía. En todo momento Andre Agassi pone de manifiesto las contradicciones propias de la raza humana, que en su caso llega a reconocer como la esencia de su propia vida: "Detesto el tenis, lo odio con toda mi alma, y sin embargo sigo jugando, sigo dándole a la pelota toda la mañana, y toda la tarde, porque no tengo alternativa. Por más ganas que tenga de parar no lo hago. Sigo suplicándome a mí mismo parar, y en cambio sigo. Y ese abismo, esa contradicción entre lo que quiero hacer y lo que de hecho hago, me parece la esencia de mi vida" (p. 40). Esta maravillosa confesión, la más reveladora de todo el libro, confirma exactamente lo que San Pablo expuso acerca de la oposición entre la carne y el espíritu: "No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago" (Romanos 7, 15). Palabras proféticas que el protagonista de estas memorias encarna al detalle. Andre Agassi no lo sabe, pero cuando en el último tercio de sus memorias desarrolla de nuevo esta idea, está hablando del pecado: "Nuestras mejores intenciones se ven a menudo obstaculizadas por fuerzas externas, fuerzas que nosotros mismos pusimos en marcha hace mucho tiempo. Las decisiones —sobre todo las equivocadas— crean su propio impulso, y a veces cuesta mucho frenar ese impulso, como sabrá todo atleta. Incluso cuando prometemos cambiar, incluso cuando lamentamos y nos arrepentimos de nuestros errores, el impulso de nuestro pasado sigue arrastrándonos hacia abajo, por el camino del error. El impulso gobierna el mundo" (p. 314). 

¡Qué gran reflexión! La reflexión de una persona inteligente y honesta que, consciente de ese tipo de fuerzas y de su incoherente comportamiento, le conduce a confesar lo siguiente: "Me siento relativamente desconocido para mí mismo" (p. 157).


Andre Agassi recogió afortunadamente la mayor parte de los frutos de su trabajo en el último tramo de su carrera profesional. Ganó más Grand Slam que nunca y conoció a la que hoy es su mujer, Steffi Graf, la cual le ha dado hasta la fecha dos hijos. La Providencia también tenía reservado para él a personas como Gil, su preparador físico y una especie de padre, y amigos fantásticos que son hoy como su familia. 

Open a fin de cuentas es la historia de un solitario que arrastra a miles de personas, la historia de una persona dedicada desde la cuna a ser el número uno, la historia de un hombre que ha de cargar sobre sus hombros, emulando al mítico Atlas, las esperanzas de muchos, y ha de convivir en solitario con sus propios fracasos. Agassi, por todas estas razones, es el prototipo de héroe moderno (un héroe herido, vacío, que no encuentra en la fama o su salario el bien último que tanto necesita, y por tanto un héroe perdido, un atleta sin corona, un hombre que ha experimentado lo efímera que es la grandeza de la que todo el mundo habla y a la que todo el mundo aspira). Un personaje excepcional, en última instancia, que ha logrado grandes hazañas en el mundo del deporte, pero que también ha recibido heridas tremendas. Un personaje, a fin de cuentas, humano y consciente de la necesidad de los demás:

"Ésta es la única perfección que existe, la perfección de ayudar a los demás. De lo que hacemos, esto es lo único con un valor o con un sentido duraderos. Ésta es la razón por la que estamos aquí. Para hacernos sentir seguros los unos a los otros" (p. 286). "Estamos aquí para luchar entre el dolor y aliviar el dolor de los demás" (p. 317). Desde luego fue número uno del tenis; ahora, después de leer sus memorias, intuyo que Agassi, no sólo poseía un talento fuera de serie, sino también una sensibilidad extraordinaria.