lunes, 1 de diciembre de 2014

La utilidad de lo inútil de Nuccio Ordine: Un manifiesto a favor de las Humanidades

Quizá Nuccio Ordine sea el último paladín de las letras en publicar un manifiesto a favor de las humanidades. Profesor de Literatura en la Universidad de Calabria, su ensayito, con un título provocador y afilado, reivindica una vez más el valor de la cultura, del saber auténtico, frente a la supremacía de lo útil y los conocimientos prácticos, que no pueden proporcionar a pesar de todo el sentido de la realidad que demandan los hombres. Sin embargo, La utilidad de lo inútil es una obrita que, a pesar sostener nobles ideales, resulta perniciosa y totalmente inaceptable para quienes encaramos la vida desde una perspectiva creyente.

Ordine, en el presente texto, cita un pasaje de una obra de Italo Calvino para defender la lectura de los clásicos y los valores humanísticos, y en este pasaje nos recuerda el autor que "el infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio". Pero entonces se pregunta el profesor italiano con gran lucidez qué podrá ayudarnos a entender, en medio del infierno, lo que no es infierno. Lo que no imagina Ordine es que su bello escrito también forma parte de él. 


La utilidad de lo inútil está divido en tres partes. La primera parte del manifiesto es impecable, y no hace otra cosa que defender lo que yo ya sostuve en La hoguera de las Humanidades. En esta primera parte Ordine argumenta que la cultura no es en modo alguno inútil ("he querido poner en el acento de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. Existen saberes que son fines en sí mismos y que [...] pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad"). En la segunda, el profesor muestra los efectos desastrosos producidos por el principio de los beneficios económicos en la enseñanza, la investigación y las actividades culturales en general. En tercer lugar, valiéndose de la lectura de algunos clásicos, pretende desenmascarar la ilusión y sus efectos devastadores de creer poseer la dignitatis hominis, el amor y la verdad. Y aquí es donde, en mi opinión, el profesor italiano patina considerablemente, descubriéndose a sí mismo y su connivencia con los principios masónicos.

Antes de revisar críticamente esta última sección, la primera, en cambio, sí merece el reconocimiento que está teniendo. Ordine postula por un lado que lo bueno siempre es mejor que lo útil; por otro, advierte sobre una supremacía del tener sobre el ser, una dictadura del beneficio y la posesión que domina cualquier ámbito del saber y todos nuestros comportamientos cotidianos. El aparentar cuenta más que el ser. Es decir, que lo que se muestra "es mucho más valioso que la cultura o el grado de instrucción". Y en esta clave ambiental ve precisamente la marginación de la humanidades: "No por azar en las últimas décadas a las disciplinas humanísticas se las considera inútiles, se las margina no sólo en los programas escolares sino sobre todo en los capítulos de los presupuestos estatales y en los fondos de las entidades privadas y fundaciones. ¿Para qué gastar dinero en un ámbito condenado a no generar beneficios? ¿Por qué destinar fondos a saberes que no aportan un rápido y tangible rendimiento económico?". Así es. Sin embargo, no son convincentes las lecciones que extrae el profesor de esta realidad agónica de las letras, pues éstas, según él, pueden asumir funciones importantes, como "una forma de resistencia a los egoísmos del presente, un antídoto contra la barbarie de lo útil que ha llegado a corromper incluso nuestras relaciones sociales y nuestros afectos más íntimos". Pero también la cultura puede alumbrar a sujetos como el Marqués de Sade.

Y es que para Nuccio Ordine la cuestión radica en el interés del hombre por buscar incesantemente la verdad. Entonces, en la tercera parte, se descubre el pastel de un pensamiento profundamente ateo. Para el señor Ordine el dogmatismo produce intolerancia en cualquier campo del saber: en el dominio de la ética, de la religión, de la política, de la filosofía y de la ciencia, al considerar sus verdades como las únicas posibles, negando de esta manera toda búsqueda de la verdad. Para el señor Ordine sólo cuando se cree verdaderamente en la verdad, se sabe que el único modo de mantenerla siempre viva es ponerla continuamente en duda (p. 134). Y por eso considera el autor del manifiesto La utilidad de lo inútil que quienes niegan la verdad absoluta no pueden ser considerados nihilistas: situados entre los dogmáticos y los nihilistas, sino que se ubican, equidistantes, en los que aman la verdad al punto de buscarla sin descanso. Realmente el señor Ordine nos descubre aquí su credo masónico. Que en el fondo significa que la verdad no puede ser conocida por el hombre, que se pasa la vida buscándola sin dar nunca con ella, lo que viene a ser la defensa encubierta del escepticismo y el relativismo; dos plagas en efecto de la verdadera cultura.

Pues al señor Ordine nadie le ha explicado que existen verdades en matemáticas, química o religión, y que un dogma sólo supone ratificar una verdad que ha sido negada por un puñado de ignorantes. El agua es químicamente hablando H2O, esto es, dos molécula de hidrógeno y una de oxígeno, y no, NH3, pues esto es amoníaco. De igual manera el número Pi es 3,1416 y no 820,44. Asimismo Dios es uno y trino, y no un demiurgo ni el Gran Arquitecto del Universo masónico. Pues existen verdades en todos los órdenes, y es ridículo negar por sistema todos los dogmas ya que algunos refrendan verdades como puños. Estúpido sería por ejemplo que cualquier masón actual pretendiera decirnos que él sigue tratando de descubrir de qué componentes químicos está formada el agua, porque no es posible haber llegado a conocer su composición química. He aquí el peligro que también entrañan las letras, que pueden hacer caer en absurdos a personas formalmente instruidas.

Por eso este librito es veneno para el alma. El resumen final, así pues, es una prueba de cuán dulce pueden saber algunos venenos. Pues "la posesión y el beneficio matan, mientras que la búsqueda, desligada de cualquier utilitarismo, puede hacer a la humanidad más libre, más tolerante y más humana". Pero también más masónica y anticristiana. Y es que no siempre hay que mirar con buenos ojos a quienes venden flores. Aunque algunas flores sean muy bonitas: "si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil (...) sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida". Así es; por eso la tesis principal del ensayo que escribí antaño sobre las humanidades era que "la decadencia moral en la que se encuentra el mundo civilizado es fruto del progresivo abandono y desprestigio de las Humanidades, ¡un baúl de conocimientos y valores que descansa en la búsqueda y el conocimiento de Dios mismo!". Por lo tanto, aunque defendemos lo mismo, entre el credo de Ordine y el mío existe una diferencia notable, tanta como existe entre la noche y el día.

Y sin embargo, como decía, dando término al prólogo de La hoguera de las Humanidades, "la confusión es tan grande, el lavado de cerebro tan hondo, los remedios tan sepultados, y la tentación de dejarse llevar tan grande, que ya se puede ver la pira de las Humanidades abrirse paso a través de la Historia para prender fuego, junto a la feria de las vanidades, el reino de los hombres".




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