jueves, 31 de diciembre de 2015

Comentarios de cine: Del Revés (Inside Out)

Me tengo por persona seria, y por tal, me consta, me tienen los demás. Y no creo que pueda cambiar esta forma de pensar, ni me importa demasiado en cualquier caso, si de entre todas las películas del 2015, escojo una película de animación. Del Revés en español, o Inside Out según su título original, es una entrañable y genial obra maestra. Quizá lo mejor de Pixar hasta la fecha (con permiso de Toy Story 3). Pero sin duda, en este mundo del séptimo arte, lo más bonito e ilusionante de este 2015 que ya termina.


Vivimos en el reino de la mentira y la falsa felicidad. En la era de la euforia desmedida y hueca; en el siglo donde se desquician los equilibrios y la melancolía se confunde con la depresión... En unas pocas horas felicitaremos el año a diestro y siniestro, atontados por la pompa de otra estéril celebración, para, pasados dos días, volvernos a envidiar y destruirnos mutuamente. 

Aprovecho esta introducción para hacer notar que en esta bendita película, hasta que la Tristeza —que es al principio anulada por la Alegría—, no participa también con el resto de emociones en la vida de Riley, la preciosa niña protagonista, ésta no vuelve en sí. En nuestro mundo caemos en la tentación constantemente de querer reducir la tristeza en un círculo hecho con tiza en el suelo para que no salga jamás de él. Pero lo cierto es que enloqueceríamos en menos de un mes. Y quizá ya sin remedio.

Miedo, Ira, Asco, Tristeza y Alegría, las 5 emociones básicas del ser humano, de acuerdo al criterio moderno de la Psicología, juegan su papel, en perpetuo equilibrio siempre, en aquellos seres sanos mentalmente. Pero en la película Miedo, Ira y Asco representan un papel meramente testimonial, sirviendo al elemento humorístico, exquisito en esta cinta. Son sin embargo Tristeza y Alegría las que elevan esta obra pensada para encandilar a los niños a la altura de los más despiertos maduritos.

La crítica social es tan sutil que apenas se nota. Porque es inútil querer estimular nuestras vidas anodinas, cada vez menos auténticas, con placeres artificiales, con alegrías, en definitiva, postizas. Pero esto ya no hay quien quiera oírlo. 

Desde luego, no han faltado sabios como Robert Burton que han analizado la anatomía de la melancolía. Y también en tiempos recientes, hombres como Eric G. Wilson, que han reconocido, a contracorriente no obstante, el contrapeso que ejerce en el espíritu la presencia saludable de la tristeza, como niveladora de nuestra patética búsqueda de la felicidad. Bien es cierto que nuestra manía de oscilar entre contrarios nos puede llevar, como reacción, a envolvernos en la desdicha y regodearnos en la aflicción, cuando la utilidad de la tristeza es hacernos conscientes del mal que hemos hecho o nos han hecho para más tarde evitarlo y ser mejores después del tropiezo. 

En fin, prodigiosa y genial creación esta película de la cual hablo con tanto entusiasmo. Perfecta en ritmo, de espléndido guión, personajes magníficamente presentados, extraordinaria en todos los registros, hermosa en su contenido, e inolvidable en su conjunto. 

En Inside Out se dirime después de todo la inocencia de Riley, que da un salto natural en su desarrollo personal, ampliándose al final de la cinta esa consola central que manejan las emociones, como símbolo de la complejidad de las entretelas de un adulto. Pero sobre todo se muestra lo milagroso de la inocencia, el candor y la pureza de los más pequeños. Por eso me parece mentira, vista esta preciosidad, esta obra maestra del cine contemporáneo, que haya personas que no reconozcan a Dios en los ojos de los niños.






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