martes, 23 de abril de 2013

Un monstruo viene a verme de Patrick Ness

No me lo esperaba, la verdad. Compré este libro la segunda vez que lo tuve entre mis manos, pues ya le había echado el ojo en una primera ocasión. Quizá me dejé llevar por las buenas referencias (en mi opinión exageradas, porque su estilo es muy pobre, aunque no su contenido), o por las amenazadoras ilustraciones que acompañan al texto. Pero lo cierto es que no sabía de qué iba la historia, y por tanto no sospechaba si se trataba de un relato de terror o de otra cosa distinta. Pronto resolví las dudas. Hay terror, sí, un terror íntimo y angustioso. Y aunque Un monstruo viene a verme es un libro juvenil tanto en la forma como en el estilo que propone el autor, el relato desprende una tristeza infinita. 


     Tengo que decir, antes de entrar en harina, que no he leído el libro detenidamente. Digo esto porque entiendo que quizá debería haberlo atacado con una segunda lectura, o haber repasado algunas cosas mientras avanzaba, cada vez más despacio. No es una joya narrativa, y no obstante se lee de una sentada y con gran facilidad, pero considero, como he dicho, que tiene más miga de la que aparenta y que merece lecturas menos ligeras. Aun así, después de haberle dado algunas vueltas a esta historia, espero haber extraído algo interesante de ésta. Sólo hay que ser paciente y dejar que el relato vaya calando. 

     Por tanto, voy a tratar de dibujar un ágil bosquejo de lo que sugiere esta novelita de Patrick Ness (a partir de una idea previa de la escritora Siobhan Dowd). Pese a que no estará a la altura el comentario de esta cruda y conmovedora historia, me conformo sin embargo con dar algunas pinceladas que aporten claridad a algunas cuestiones apenas insinuadas en la misma. 


Breve sumario

     Un monstruo viene a verme tiene como personaje principal a un chico, Conor O'Malley. No hay muchos personajes en esta historia. Pues todo gira en torno al joven, y  cómo éste digiere la grave enfermedad de su madre. Sus compañeros, sus profesores, su abuela, o en la última parte, su padre —que vive en esos momentos en EE.UU. junto a su nueva familia al separarse de la madre de Conor—, son vistos a través de los ojos atormentados del muchacho. Ahora bien, la historia en sí comienza con una pesadilla repetida que acosa a Conor frecuentemente y con la aparición en su vida de un monstruo —se presenta en su casa a las 00:07— con forma de árbol. El monstruo, por su parte,  asegura haber sido llamado por el propio Conor, incluso que la razón de su llamada es la necesidad del joven de contar una verdad escondida en el fondo de su corazón y que le produce una intensa rabia. Y esa verdad es lo que, en un principio, amenaza con destaparnos la dura realidad que encierra esta historia. 

     Dicho esto ya puedo ofrecer algunas de mis observaciones hechas sobre la marcha al texto presente. Pero mejor leer primero el libro y después continuar con este comentario, siempre y cuando el lector de este blog haya decidido finalmente darle una oportunidad a Un monstruo viene a verme. Si no es así, quizá las reflexiones siguientes le animen a hacerlo.


Algunas observaciones

     La pérdida es el primer gran tema que maneja esta historia.  No hay que olvidar que en todo momento la óptica es la de una criatura juvenil. Así pues, hay que tener presente cómo éste asimila ese hecho. Un hecho tan desgraciado como la pérdida de una madre a edad temprana, que no se va de forma brusca e inesperada, sino que va apagándose lenta y dolorosamente, y no termina de irse nunca. Y esta vida sólo puede ser un horror para ambos. Pues ambos sufren. El que ha de irse y el que, durante un tiempo aún, se queda. 

     La enfermedad es la segunda. Pero una enfermedad que no sufre directamente el niño, sino que la vive reflejada en el rostro de su madre; el ser más especial e importante de cualquier niño, sobre el que éste se sostiene y al que venera.

     En este sentido, el dolor del muchacho —que además es visto por los que le rodean con una mirada distinta, y esto irrita mucho a los jóvenes— le aprieta tanto que en el fondo de su corazón desea que éste se vaya aunque para eso también muera su madre. Y esta es una verdad brutal, pero totalmente comprensible. No considero que este pensamiento sea una especie de pecado, o de anhelo egoísta: el chico desea con toda su alma que su madre se cure, y también que el sufrimiento del hogar pase, pero no es consciente de que a veces es inevitable que la enfermedad nos derrote, por mucha esperanza que tengamos en la curación. Y pese a todo, me gustaría dejar constancia de una frase preciosa que se puede leer en la novela: «La creencia es la mitad de toda curación» (p. 123).

     Por otra parte, el mundo juvenil siempre es muy sabroso, pero en mi opinión únicamente en circunstancias extremas. Recuerdo, por ejemplo, El guardián entre el centeno. Los jóvenes son criaturas con una personalidad polémica y compleja, más aún en épocas en las que la educación moral se relaja y las inquietudes de los chicos no son satisfechas —o son desplazadas— más que con diversiones banales y artilugios tecnológicos —valga la expresión— estupidizantes. En sociedades sin esperanza, vacías, superficiales y puramente materialistas, no es extraño hallar jóvenes aislados o inadaptados. La fría sociedad norteamericana, paradigma de lo que estoy describiendo, cada vez más desmembrada y vaciada de valores morales, es un bancal propicio para que germinen hombres resentidos con sus paisanos. Sobran, ya que viene al caso, ejemplos de hechos terroríficos consumados por jóvenes: La matanza en la escuela primaria de Connecticut, los tiroteos en la Universidad de Virginia Tech, la matanza de Columbine... No van por ahí los tiros en esta historia, ojo, pero pretendo indicar que en sociedades que han dejado de ser sanas y en las que las relaciones no se fundamentan en el amor, nacen, de cuando en cuando, auténticos monstruos. 

     Y eso es así principalmente porque las huellas que dejan las enfermedades, las pérdidas personales, y el aislamiento al que somete el grupo a las personas distintas, derivan en traumas y en odio. Y del resentimiento profundo es de donde nacen precisamente los monstruos.

     El monstruo de esta historia, ya para acabar, es el elemento más complejo de Un monstruo viene a verme. En un momento de la novela, clama contra la abulia juvenil y alienta a Conor a actuar, a superar con la verdad las contradicciones internas. Sin embargo, es una figura oscura. Por ejemplo, me ha parecido extravagante que un monstruo sea presentado como un oráculo de la verdad, capaz de conocer muy bien el alma humana, y además, me ha sorprendido que sea él precisamente quien desee curar a Conor. ¿Por qué un monstruo va a desear curar a alguien? Y es que para dar con la respuesta a la pregunta anterior hay que resolver primero esta otra cuestión: 


¿Qué es el monstruo? 

     Ahí lo dejo. Sería bonito que el lector mismo tratara de desentrañar este asunto. Por lo que a mi concierne, quizá en un futuro añada aquí abajo mi opinión.


FICHA
Título: Un monstruo viene a verme
Autores: Patrick Ness, Siobhan Dowd y Jim Kay
Editorial: DeBolsillo
Otros: 2012, 240 páginas
Precio: 15 €

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