viernes, 1 de junio de 2012

Adolf Hitler: una biografía narrativa de John Toland

Adolf Hitler es uno de los personajes más relevantes de la Historia, y por supuesto de los más significativos del siglo XX. Su figura irradia, aún en nuestros días, una extraña mezcla entre la fascinación y el desprecio, pero si hay algo evidente de este personaje controvertido es que es enormemente desconocido. Y no solo él, sino también su época histórica; aunque podríamos preguntarnos por cuál no lo es para la mayoría de la gente. Siguiendo con lo anterior, Hitler es considerado por el público un verdadero demonio, un asesino despiadado, un auténtico anticristo, pero daré por hecho que a alguien serio no le interesa la opinión de quienes no saben de lo que hablan o que hablan de oídas para evitar profundizar personalmente en el personaje histórico. Sin ir más lejos, John Toland, el autor de esta biografía narrativa deliciosa —seguramente la mejor que se ha escrito sobre Hitler— afirma: "Hitler era un personaje mucho más complejo y contradictorio de lo que yo imaginaba" (p. 8). Así pues, el que desee acercarse a un personaje tan denostado por unos y admirado por otros y a la dramática época en la que vivió, recomiendo la lectura de esta excelente obra que se engulle como una genial novela: Adolf Hitler: una biografía narrativa.

      En primer lugar, antes de arrojar luz sobre esta época y uno de sus más fieles representantes, una advertencia. Como no es posible reseñar la vida de Adolf Hitler en un puñado de párrafos y lo cierto es que tampoco es mi intención hacerlo, ofreceré algunas claves —espigadas del texto— para conocer, en su justa medida y dentro de lo que se pueda, al personaje y los principales hitos que marcaron su singladura, la de Alemania y la de la mayor parte del mundo civilizado.

      Austríaco de nacimiento (Braunau am Inn, 20 de abril de 1889), Adolf Hitler escalaría hasta el cargo más alto de Alemania, presidencia y cancillería, a través del Partido Nacional-socialista Obrero Alemán (NSDAP—National Sozialistische Deutsche Arbeiterpartei), del que fue el miembro fundacional y principal ideólogo. Hitler decidió ingresar en política en el hospital de Pasewalk, si finalmente recuperaba la vista después de haberla perdido temporalmente combatiendo en las trincheras de la I Guerra Mundial por un ataque de los enemigos con gas mostaza. El desmoronamiento de la vieja dinastía alemana de los Hohenzollern, de la gran patria, y la humillación de la rendición de Alemania en la Gran Guerra abrumó a Hitler y le motivó a participar en política para rescatar a su nación. En relación con esto, fue trascendental la vergüenza que sufrió el pueblo alemán y el propio Hitler en relación al humillante Tratado de Versalles (firma de la paz en 1919), que alentó el orgullo de los alemanes y marcó profundamente su anhelo de reconstrucción y grandeza. Hasta el punto de que la reclamación de espacio vital (Lebensraum) es una concepción forjada a partir de la humillación de Versalles. Por tanto, la hora de esplendor y renacimiento llegaría con el Tercer Reich (1933-1945), era de gobierno nazi bajo el inflexible liderazgo de Hitler.

      Las cláusulas excesivas del Tratado de Versalles que impusieron los vencedores a la derrotada Alemania sumieron al orgulloso país en una situación de necesidad nunca vista. Las circunstancias económicas de la población se convirtieron en dramáticas y el caos reinó en las calles, agravado por la presencia de violentos veteranos de la Gran Guerra sin ocupación, y miembros de partidos radicales que salían a la calle a provocar disturbios y viciar el ambiente. Desde luego, lo que pone de manifiesto John Toland es que Alemania, en primer lugar, tenía pánico a una revolución que arrasara con los cimientos de la nación y, en segundo lugar, que necesitaba un auténtico líder. Esta situación podría parece incomprensible para nuestra generación si no fuera porque vivimos ya una situación desesperada —y quien sabe si dentro de poco equiparable— en algunos países de Europa (Grecia, por ejemplo, donde las circunstancias son tan lamentables como tristes, mayo de 2012). Por eso, si deseamos acercarnos con rigor y seriedad a la historia no podemos valorar los hechos aislados de sus circunstancias. Solo así podremos hacer balances históricos y no juicios históricos.

      Una de las ideas fijas que se aferraban a la mente de Hitler era el tema de los judíos. Su personalidad ha sido estudiada por muchos especialistas y las conclusiones de algunos de ellos (Juan Antonio Vallejo-Nágera) son que sufría paranoia. Sin estar considerada la paranoia un trastorno o enfermedad mental, los rasgos paranoides existen y se podrían definir como la perturbación u obsesión fijada en una idea. La de los judíos fue la principal obsesión de Hitler, y es que el personaje estaba convencido de que éstos eran los principales culpables de la caída de Alemania. Pero como quedó dicho no podemos desprendernos del entorno en el que se movía Hitler, y lo cierto es que existía un fuerte malestar con los judíos que llegaba hasta el punto de que ellos mismos participaban de dichos prejuicios:

"Durante la campaña, el antisemitismo no fue tema de discusión. Era bien sabido que Hitler detestaba a los judíos, pero muchos votantes estaban dispuestos a pasar eso por alto mientras su prejuicio no pasara de un nivel razonable. La mayoría de los alemanes coincidía en que había demasiados abogados judíos, y se manifestaba contraria al monopolio que ejercían sobre los grandes almacenes y la industria del espectáculo y el ocio. Incluso había muchos judíos que deploraban la invasión posterior a la guerra de judíos procedentes del este, que traían consigo las costumbres y los atuendos de los guetos". (p. 402-3)
          No hay que olvidar que Hitler ganó unas elecciones democráticas y fue respaldado por una importante mayoría del pueblo alemán. Después destruyó el sistema parlamentario desde dentro. Con toda seguridad, el pueblo tradicionalmente más culto de Europa tendría sus urgencias y motivos para escoger esa opción. Juzgar desde nuestra perfectible democracia un mundo severo, castigado por una atroz crisis económica y agitado por ideologías genocidas, no es honrado. Y se trata de ser justos. Los alemanes no podían saber hasta dónde llegaría el monstruo aupado por ellos. Además, la legítima necesidad de orden de cada pueblo, y la exigencia de depurar la corrupción y a ciertos grupos de presión privilegiados y parasitarios conduce, cuando la situación es extrema como era el caso, a buscar soluciones contundentes y recurrir a líderes convencidos de sus fuerzas y con la misión innegociable de reconstruir la nación. Después Hitler impuso un régimen totalitario, es un hecho, pero lo alemanes querían en primer lugar pan, orden y trabajo... y lo tuvieron. Después les costaría su ruina y una inmensa destrucción, pero eso, como dije antes, no podían calcularlo. ¿O tal vez si?
   
      Otro aspecto relevante que me gustaría destacar —apenas conocido en términos generales— es el de la relación entre las fuerzas políticas radicales alemanas. Es decir, la relación que existía entre la supuesta extrema derecha alemana (Partizo Nazi) y la extrema izquierda alemana (bolcheviques, etc.) Lo cierto es que, como pone de manifiesto infinitas veces John Toland, y además de manera brillante, ambas eran formaciones socialistas con objetivos comunes, solo que se enfrentaban entre ellas, como sucedió por ejemplo entre las propias izquierdas en la Barcelona de 1937. Así, los rojos y los nazis: "Si bien luchaban unos contra otros implacablemente, los unía una camaradería especial y no era raro que aunaran sus fuerzas si la policía interrumpía una de sus peleas en un bar o cervecería. A ambos grupos los impulsaba el fervor por una causa, ambos creían que el fin justifica los medios. Compartían objetivos socialistas similares y sentían el mismo desprecio por los procedimientos parlamentarios..." (p. 360) Por tanto, la realidad es tozuda si nos acercamos a la historia con el espíritu dispuesto a hallar la verdad y no de acomodarla a nuestras ideas, aunque es más fácil negar la evidencia que revisar lo que se da por cierto. De hecho, no hay más que estudiar la vida del fundador del Partido Fascista (hoy considerado un partido de extrema derecha), Benito Mussolini, que fue miembro destacado del Partido Socialista y que consideraba el fascismo socialismo nacional (en oposición al fracasado socialismo internacionalista).

      Lo que no es menos sorprendente es que mientras el pueblo alemán reclamaba desesperadamente orden, y algo para comer, la propia izquierda alemana (los bolcheviques), antepusiera la revolución a la recuperación de su propia nación.

      No menos polémico es el asunto de la Solución Final. Término acuñado para designar la decisión de Hitler de exterminar en campos de concentración a millares de judíos. "Para el Führer, el exterminio de los judíos y los eslavos era tan importante como el Lebensraum" (p. 1052). La población alemana estaba al margen de estas actividades, y nos han dicho repetidas veces que Hitler fue el arquitecto de la Solución Final; pero no menos chocante es que se inspirara para sus "mataderos" en los campos de prisioneros bóers británicos levantados en Sudáfrica y en los campos para indios del Lejano Oeste americano. Aunque Lenin le llevaba ventaja en aquello de exterminar en masa.

      Estudio aparte merecería la historia de infamia de los "buenos", y sería necesario un compendio de crímenes de los vencedores durante la II Guerra Mundial. Pues hay pocos libros que hablen documentadamente del tema y los que lo hacen apenas tienen difusión. No obstante, y volviendo a lo anterior, las intenciones de Hitler respecto al destino de los judíos ya avanzada la guerra parecen claras:

"La intención de Hitler era acometer la eliminación de los judíos de forma oculta antes de dar a conocer poco a poco la verdad a su pueblo. Ya llegaría el momento adecuado para hacer las revelaciones que ligarían a todos los alemanes al destino de su Führer, que se convertiría en el destino de Alemania. La complicidad en su cruzada para limpiar Europa de judíos la convertía en una misión nacional y daría al pueblo la fuerza para realizar mayores esfuerzos y sacrificios. Asimismo, quemaría las naves de todos los que aún albergaran dudas y de los más débiles de carácter" (p. 1047). 
       Antes de terminar este comentario, y recomendar la magnífica biografía de John Toland, Adolf Hitler: una biografía narrativa, señalaré que hay un buen puñado de autoridades que han trabajado la vida de Hitler en sus respectivos estudios. Entre los más importantes se halla el autor de este libro, pero también Joachim Fest o Ian Kershaw. A Kershaw yo no lo recomiendo; para que un autor me diga que un personaje es el diablo, o rellene su estudio de juicios de valor, no hago perder el tiempo a nadie recomendándole leer biografías de más de 1.000 páginas. En absoluto. Por otro lado, los trabajos de Fest son excelentes, pero este escritor alemán podría calificarse de oficialista, lo que no es ninguna mancha sino que simplemente nos ofrece unos ensayos con una perspectiva sensiblemente acusada. Pero la realidad soporta numerosos puntos de vista, y quien esté interesado en comprender en profundidad una época compleja o a un determinado personaje histórico, deberá, si es honrado consigo mismo, acudir también a otras interpretaciones menos oficiales, y aquí David Irving es obligado. Su revisión de la figura del Führer y del Tercer Reich es una visión apasionante e incómoda, pero imprescindible.

       Concluyo, pues, después de lo dicho, un comentario sobre uno de los personajes más enigmáticos de la historia; más concretamente remato estas palabras acerca de una biografía excelente, y apasionante por el don para narrar de su autor y el acierto de acercarnos a un mito histórico manejando una cantidad de documentación enorme y exponiéndola de forma brillante. Adolf Hitler: una biografía narrativa, tiene el acierto de estar escrita deliciosamente y de presentarnos a un individuo con una capacidad de persuasión asombrosa, con un misterioso magnetismo y con una extraña suerte que le acompañó durante su vida. Pues hoy Adolf Hitler todavía es capaz de producir escalofríos a la mayoría, y orgullo a unos pocos. Quizá algún día nos expliquen el atractivo del mal. O descubramos, en cambio, que hay demonios que no son tales demonios.



FICHA
Título: Adolf Hitler: una biografía narrativa
Autor: John Toland
Editorial: Ediciones B
Otros: Barcelona, 2009, 1608 páginas
Precio: 39  €

11 comentarios:

  1. Gran presentación de esta obra. La verdad es que Hitler es un personaje fascinante que cualquiera que ame la historia debe conocer.Me parece por otra parte muy acertado que apuntes que era un individuo complejo y que por tanto no se puede simplificar su herencia, su personalidad o su época. Es un lujo este blog, que sigo con mucho interés. Espero, Luis, la siguiente biografía. Seguro que nos sorprendes.

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    1. Muchas gracias David!

      Es cierto lo que comentas sobre Hitler, pero también se puede extender a cualquier otro personaje relevante: no se debe simplificar su figura o su época. Los balances históricos han de ser ajustados y muy rigurosos con los hechos de los protagonistas y sus circunstancias ambientales o políticas. Y eso que este comentario no es en absoluto un balance histórico de Hitler —pues ocuparía un libro entero—, sino eso mismo: un comentario (explicación de un texto para su mejor comprensión) de la obra que presento en La Cueva y algunas claves de la figura de Hitler y su época. Nada más. Con eso es suficiente para motivar a la gente a estudiar al personaje y su período, incluso a provocar la reflexión sobre los mismos y el debate. Una época y un personaje, por otro lado, que a mí me parecen fascinantes.

      La siguiente biografía te sorprenderá seguro.

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  2. valorar la situación económica de aquella época para comprender a Hitler? me parece que olvida que no fue sólo Alemania la que quedó sumida en un una gran depresión tras la primera guerra mundial, si otros muchos países, he leído mucho acerca de este personaje, pero de ningún se puede justificar sus actos, también es necesario mencionar que fue elegido democráticamente pero obtuvo la ley de habilitación a través de una dictadura camuflada utilizando a las autoridades para coaccionar a los que estuviesen en contra. Por último necesitaban de un líder ya que era él quien sembraba el odio en el pueblo, utilizando a jóvenes agresivos para realizar manifestaciones, que acababan bañadas en sangre, con todo el respeto pero son claras sus ideologías un tanto justificativa de conductas para las cuales no existen justificación alguna

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    1. Buenas noches.

      Tu comentario es muy interesante. Y estoy de acuerdo contigo en todo lo que dices, pues es cierto.

      Sin embargo, he vuelto a leer el comentario y no veo en él lo que tú has querido entender. En ningún caso justifico a Hitler, hablo de la decisión del pueblo alemán de respaldarlo. Pero es más correcto decir que puede comprenderse su decisión (por sus urgencias internas), eso es todo. No justifico aquí a Hitler, pero no porque esté mejor o peor visto, sino porque no estoy de su lado. De todas formas, no puedo olvidar quién perdió la guerra y quién la ganó, y que los que pierden son demonizados con razón o sin ella. Podré estar equivocado pero trato de ser honrado y sólo me interesa la verdad.

      Gracias por aportar algunas cosas tan interesantes. Yo no puedo extenderme demasiado en un formato como este, y no se puede decir nunca ni la mitad de lo que se puede considerar como elemental en este tema. Por otra parte, apasionante.

      Saludos.

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  3. me alegra saber que me había equivocado, ante lo cual me disculpo, aunque no estoy de en que los que pierden son demonizados, si estoy de acuerdo que el pueblo alemán no sabia la verdad hasta 1941 cuando se divulgó la información de que Hitler había ordenado la matanza de los discapacitados ya sea niños o adultos ya sea judíos o alemanes, y una vez entrado en guerra no podían cambiar de opinión ya que cualquier opinión en contra de un dictador acababa en muerte. Bueno leí este blog porque estaba buscando un libro que o había leído de niña y que lastimosamente hasta hoy en día no lo encuentro pero leeré este libro ya parece ser que tiene un punto de vista objetivo de este personaje. Un saludo y disculpa

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    1. Buenos días.

      Se nota que has leído sobre el tema, y se agradece. Además, da gusto cruzar comentarios contigo. Razonas con seriedad y educación.

      Pero me gustaría dejar constancia sobre algo. Un libro de historia no es objetivo. Nosotros partimos siempre desde nuestra subjetividad para leer y escribir. Lo que es objetivo en una narración histórica son los hechos, como las pruebas de un crimen. Y son los hechos los que tienen que ser manejados por el historiador, o por el lector de estos temas, para construir una visión lo más ajustada a la realidad posible.

      Digo esto porque a mí no se me caen los anillos por leer libros sobre un mismo tema desde enfoques incluso opuestos. No siempre me limito a leer versiones oficialistas, por hablar de alguna manera. El libro del que hablo aquí lo es, pero es que también es excelente. En la misma línea nos encontramos a Joachim Fest. En cambio, en frente hay autores como David Irving ("La guerra de Hitler"...), Salvador Borrego ("Derrota mundial"...) y otros. Se podrá estar más de acuerdo con ellos o menos, pero abren la panorámica y nos ayudan a comprender mejor aquella época.

      Espero que no sea la última vez que comentas algo. Incluso puedes descender y tratar asuntos concretos. Yo, encantado de analizar las cosas contigo. Ahora eso sí, un nombre de pila, por favor; para que pueda dirigirme a ti. Se hace muy violento tratar con un anónimo.

      Ha sido un placer. Un saludo.

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  4. Recomiendo como lectura objetiva y complementaria (para entender el contexto de la historia y de la ocurrencia de los hechos) los libros de Sebastian Haffner: "Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial", "Anotaciones sobre Hitler" y "Historia de un alemán (Memorias 1914 - 1933", los de Otto Skorzeny: "La guerra desconocida", "Luchamos y Perdimos" y "Vive peligrosamente" y los de David Irving: "El camino de la guerra" y "(Memorias De Guerra) Goring"

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  5. Buena reseña, yo creo q a hitler se lo sobredimensiona como persona, el creo un sistema bastante efectivo para la guerra y con gente capaz pero fue el sistema y no el, el no decidia todo en persona a pesar de su megalomania, era un buen estratega pero cometio errores estrategicos enormes impensables en un cesar o un alejandro y embarco a su pais en una guerra suicida cuando su ejercito no estaba ni remotamente preparado para enfrentar a medio mundo. Respecto al apoyo de los alemanes creo que tambien se sobredimensiona es faltarles el respeto a los que murieron resistiendo contra la tirania, como lo los de la rosa blanca y muchos otros. Se sobredimensiona el voto a hitler cuando mucha gente que vota a la ultra izquierda y ultra derecha lo hace a modo de protesta, una vez que estan en el poder no se puede decir nada porque te matan, los aliados crearon a hitler con la humillacion y los alemanes contestaron la humillacion votando al que les prometia orgullo nuevamente. fue una suerte que stalin q era asesino pero no tonto no se aliara con alemania sino la historia hubiera sido otra. saludos.

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  6. Hitler, efectivamente, embarcó a su país en una guerra suicida y el resultado fue que Alemania quedó en ruinas. Es lo que toca decir, pero ¿qué hubiera pasado si hubiese ganado la guerra? ¿Era imposible? Tal vez. Aunque yo no estoy tan seguro. Al atacar a la URSS en junio del 1941 y no ser capaz de vencerla totalmente, se encontró entre la espada y la pared. El poderoso ejército aliado (encabezado por EE.UU.) por un lado, y el soviético por otro, fue demasiado. Si hubiera anulado a este último, y concentrado todas sus fuerzas en el frente occidental, quién sabe lo que hubiera ocurrido. Pero el ejército alemán era formidable, y a pesar de los errores del propio Hitler -como dices-, no estuvo tan lejos de hacerse con el mundo.

    Tampoco tengo tan claro que se exagere con el apoyo masivo a Hitler. El pueblo alemán simpatizó con él en gran medida. El clima social y económico fue fundamental, y sobre todo el odio antisemita que los unió contra un real o supuesto enemigo. En este sentido, los paralelos entre la Alemania nazi y la Cataluña separatista son sorprendentes. La manipulación de masas, la situación económica extrema, la demagogia política, el enemigo común (en en caso catalán, España) y el recurso a actos violentos, abierta o discretamente. En el lado contrario, por descontado, existió una oposición civil importante a Hitler, como también la hay contra las autoridades separatistas catalanas. Pero es innegable que una gran porción de la población alemana veía con buenos ojos la llegada del Tercer Reich. Como muchos catalanes, que desearán la independencia y por eso dan alas a monstruos que no saben si después les saldrán rana.

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    1. Excelente todo lo que decís,no puedo estar mas de acuerdo.Si me pongo a enumerar los puntos de encuentro con tus comentarios tendría que copiar todos tus comentarios.Al fin alguien objetivo. Saludos de Uruguay

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    2. ¡Qué más puedo decir! Muy amable por sus palabras.

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